21.9.12

36. Todo es del color del cristal con que se mira

Les aseguro que me suelo rodear de personas higiénicas. He tenido que enfrentar algún capítulo olfactivamente atroz, pero en general no suelo pelear contra el hedor. Sin embargo hay algo que me sorprende, mucho, ahí donde esté. Y hoy voy a decirlo.

¿Por qué la gente por encima de los sesenta tiene siempre las gafas sucias? ¿Moda? ¿Dejadez? Pienso para mis adentros que deben creerse más miopes de lo que en realidad son. O que la vista cansada cansa. Cansa demasiado ¿Será porque prefieren no ver que la cosa se está poniendo de lo más fea? ¿Acaso cuando pasan los años prefieren recordar y no detenerse en los detalles de la realidad actual?

Ahí me tienen, siempre que puedo, hurtando esas gafas, sean de quien sean, y fregándolas con agua y jabón, receta insuperable de mi amigo Dani, gurú de la limpieza óptica. Y entonces, cuando los resquicios de grasa y vida se han diluido, descubro que además de sebo, las gafas atesoran multitud de rayitas. Definitivamente sí, debe llegar un momento en el que prefieres dar rienda suelta a tu intuición.



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