29.6.12

28. Efectos secundarios

Se abrió la veda. Todos a por ellas. En esta ciudad anclada en la meseta dónde lo más húmedo suele ser tu ducha, el quince de junio es una efeméride destacada. Ese día, las piscinas son las reinas del Carnaval. Abren sus plumas. Y, con ellas, llegan los efectos secundarios. Salen a relucir los bíceps musculosos de los socorristas tras meses hibernando. Para mí, demasiado ostentosos y trabajados. Surgen esos michelines sin complejos rodeados de bañadores imposibles. Auténticos ejemplos de amor propio ¡Me encantan! Se forman corralitos mañaneros, incontestables alternativas a Espejo Público. Empieza la guerra por estampar tu toalla en suelos de asfalto, cual Paseo de la Fama meridional. Destacan también batallas de Delial y otros pulverizadores, interrumpidas por alguna tregua, casi siempre amenizada por Cuore. No menosprecien, los latigazos solares de nuestra peculiar tundra no permiten nada más trascendente. Madrid en verano es una verdadera fiesta.



19.6.12

26. Ellos sí que saben

Este fin de semana me fugué del 5º izquierda para asistir a dos grandes fiestas. Inmejorable plan. En las dos se celebraba el amor. En una el amor reciente, en la otra veinte años de felicidad. Las dos fueron preparadas con mimo y detalle. Y hubo algo que me fascinó: una llamada.

Dos horas antes de la juerga de los mayores, repasando lo que faltaba, se produjo la llamada. No te olvides, oí decir a mis tíos benjamines por teléfono. Hablaban con el farmacéutico. ¿Y quién es ese?, inquirí. Nuestro amigo farmacéutico. Es el encargado de traer el material. 

Amigos, mis tíos y sus congéneres no son del todo yonkis, como probablemente pensaran a estas alturas. Sólo que el paso del tiempo les ha ayudado a saber divertirse. Y ante cualquier celebración que premediten, regada como sólo ellos saben, emplean toda su sabiduría. Son cautos. El farmacéutico llegó al rato con dos resplandecientes cajetillas de protector de estómago y las desplegó en una mesita dispuesta al efecto. Compartir es vivir. Poco después, todo el grupo llevó a cabo su particular ritual. Ruló el omeoprazol entre los asistentes antes de que se volcaran en vinos pluscuamperfectos y gin tonics infinitos. Impecable planificación del disfrute. Ellos sí que saben, y saben que, así, el mañana nunca muere.


12.6.12

25. La boda de mi mejor amigo


Tu mejor amigo no se casa cada día. Y el mío, menos. ¿Visualizan al típico invitado que a pesar de darlo todo en los bodorrios, al salir reniega de la humanidad y sus tradiciones, jurando eternamente no formar parte de ningún pack bodil preconcebido por Cupido? Es él. ¿Lo ven? Traje oscuro. Gafas blancas. A cada frase de cura o alcalde, en cualquier boda, da un paso atrás. Como si tuviera urticaria. A mí no me veréis por aquí, parecen decir sus poros. Ésto no va conmigo.

Pero amigos, el amor todo lo puede. Vence alergias y negativas. Sube y baja montañas, bucea dónde puede, atraviesa el planeta. Y encima te regala una amiga. Que la amistad no se encuentra en los outlets, oigan.

Crisis que no existen, rescates que nunca pediremos, matrimonios que no serán. ¡No todo lo que se viene negando es malo, señores! Al contrario, hay cosas emocionantes e ilusioneras, como diría mi abuela. Y ando yo más feliciana...