20.10.12

40. Treinta en remojo

Ayer hablaba con mi tía. Sobre la vida, así como quien no quiere la cosa. Empiezas con algo muy concreto y acabas metafísico. Y de repente me dice, si es que todos los asuntos de la vida parece que hay que solucionarlos entre los treinta y los cuarenta. Y así es amigos. Cuanta razón. Nunca lo había analizado en conjunto. En esa década se concentran tus supuestas metas vitales, cual bote de leche condensada. Ésas que la gente del montón suele compartir. Ciento veinte miserables meses y lo has de tener todo resuelto. Triunfar en el mundo laboral, cada cual a su modo, y empezar a dejar de ser un pringado mal pagado. Encontrar a tu príncipe azul, tu princesa de la boca de fresa o en su defecto, alguien decente con quien hipotecarte. Perdón, éso era hace diez años. Alguien decente con quien alquilar. Y reproducirte, si es que quieres linaje. Una, dos o tres veces. Ya nadie se aventura a siete. Menuda agenda.

¿No podríamos dejar los treintas en remojo? Que durasen cuatro lustros por ejemplo. Iríamos con más calma. Quizá disfrutaríamos más del camino. Un biberón no te haría perder un afterwork. Un año sabático  no tendría porqué ser incompatible con un futuro ascenso. Los segundos del reloj biológico durarían minutos. A los que saben de tecnología, si inventaron el programa 30 en remojo para las lavadoras, ¿no podrían importarlo a criaturas humanas? Conozco a muchos que se reprogramarían.



17.10.12

39. I confess

Les he de confesar algo. No es nada transgresor pero cuesta revelarlo. Cuesta porque supone una traición a mi misma. 

Hace un tiempo mencionaba cosas que siempre odié. Pero se me pasó una. Si hay algo que he despreciado desde que sé que soy y por encima de todas las cosas, es algo parecido a ésto. De hecho, le tengo tanta aversión que me cuesta hasta pronunciarlo. Aunque la verdad, no sé ni cual es su verdadero nombre porque mi familia acuñó un término específico, único, encriptado e incomprensible para nombrar a esta pieza estilística tan en boga en los ochenta (por lo menos en mi hogar). Manta rodante. ¿Por qué? Chi lo sa. El secreto se lo llevará a la tumba mi querida madre, quien importó e impuso su uso durante una década, superando en el tiempo la dilatada influencia de Anna Wintour en el mundo de la moda. Y eso fue lo duro: una década. Un pelele en un recién nacido es mono y universalmente aceptado. Una manta rodante en un prepúber es abominable. Ese poliester. Esos colores. Esas formas. ¿Existe algo más humillante?

Ayer cometí el pecado. Para mi desagravio, fui coautora, así que no única responsable del suceso. Almacenando arsenales para luchar contra las bronquitis presentes y futuras de nuestra cría de humano, registramos todas las entradas de google para hacernos con algo que le protegiese de noche. Ante nuestro fracaso anunciado dado que la cría cuenta años y no meses, nos encaminamos por la vía dolorosa hacia el único lugar dónde depositábamos esperanzas de encontrar algo tan pulgoso como una manta rodante. No nos falló. El producto sigue existiendo en el mercado y los almacenes siguen vendiéndolo. Y hasta la talla 15 (sí, sí, 15 años). Así que habrá quien lo siga importando e imponiendo durante décadas. Ay, ay, ay, qué miedito me doy.


12.10.12

38. Tendremos goteras

Creo que no lo hago mal. Es más, creo que lo hago aceptablemente bien. Procuro escucharlo y entenderlo. Procuro que no le falte de nada, sin atosigar. Procuro jugar con él, sin desfallecer. Procuro que sea feliz pero en un mundo real. Pero por más que procure- de forma natural o esfuerzo mediante- a veces me desarma. Y últimamente me tiene tan desarticulada que la cosa está subiendo por las arterias y pronto afectará a mis órganos vitales.

Acérquense al descansillo. ¿Lo oyen? Llora. Llora cada mañana. Llora cada mañana desde hace más de un mes y se levanta diciendo que no tiene intención de ir a la escuela. Llora tan fuerte que tendremos goteras. Repite sin cesar su mantra particular*. Yo intento comprender. Busco causas. Busco razones. Busco explicaciones.Todas, no crean. Soy muy creativa imaginando, interpretando y razonando, pero debo serlo para casos ajenos. Porque por mucho que me pregunto qué es lo que puede hacer que las lágrimas tiñan de dramón su desayuno, no le encuentro explicación. Le pregunto. Cuenta. Desmitificamos. Razonamos. Ataco las raíces de lo que me cuenta. Cambio de tema. Distraigo. Ignoro el drama y sigo camino. Canto. Pero nada vale. Él lo pasa mal. Y yo, que siempre fui desconsiderada con las madres que lloraban en la puerta de la guardería, he comprado quince kilos de kleenex para llegar hasta Navidad. Si la cosa dura, espero que Papa Noël sea dadivoso en papel higiénico. Y sí, quizá sea buena idea dejar de cantar, no sea eso lo que ahonde su llanto.



*no quiero ir al cole

9.10.12

37. Partner's pantone

Soy incondicional de la mezcla y poco partidaria de la endogamia. Tengo amigos de todos los palos y cuando me atrevo, procuro juntarlos. Por eso también soy fan de los productos interraciales, creo que mejoran las razas de toda la vida. Pero alerta, aquí va una recomendación que surge de una de las historias que amenizaron nuestra cena de ayer en el 5º izquierda: mézclense, mézclense, pero juntos no siempre quiere decir revueltos.

Amiga, si usted está arrejuntada con alguien de un determinado color y pretende construir una vida a su lado pero usted es a la vez entusiasta del amor libre, tiene un desliz o necesita distracción, procure escoger a un partenaire ad hoc de su color habitual. Vamos, que si usted acaba en la cama con otra persona en estupenda unión pero sin precaución y sigue queriendo levantar esa historia con el de toda la vida, escoja a alguien del mismo color que su Juan. Por Dios. No le haga pasar el mal trago de acompañarla durante los nueve meses de un embarazo para sorprenderle tras el parto con un hijo exótico. Ni haga que las dos familias expectantes en un cuarto de hospital reciban un neonato con rasgos orientales, siendo caucásicos todos los allí presentes. Primero, porque si en las estirpes no existen trazos asiáticos, canta mucho. Segundo porque tener que reconocer tus flaquezas ante tus suegros en plena sala de espera, tela marinera. Y sobretodo, seamos delicadas ¡hombre!