Todavía hoy le he
deseado feliz año a tres personas. Si puede ser, mejor que el
anterior. Si no, por lo menos, jesusito que me quede como estoy.
Pensando
en esto y paseando hace unos días por los alrededores de unas
preciosas termas abandonadas por la memoria, vi los carteles de la
fotografía. Como el decorado, los anuncios también habían vivido
lo suyo y caído en el olvido. De hecho, hasta ese día ignoré la
existencia de O Primeiro de Janeiro, uno
de los periódicos más antiguos de Portugal. O Primeiro de
Janeiro vende-se aqui. Me hizo
una gracia estúpida que el primer día del año pudiera venderse. Y
de repente empecé a delirar, seguramente aquejada por algún
síndrome de Stendhal o de Camoês debido a la belleza de lo que
me rodeaba.
¿Y
si los días vividos pudieran venderse? No podríamos evitar
vivirlos, pero una vez vivido un mal día, en vez de guardarlo en la
mochila con el peso que supone para nuestro ánimo, ¡podríamos
venderlos a precio de saldo! Un corto desamor, 15 y 16 de marzo del
2002. 60 euros. Una decepción, 24 de abril del año pasado. 35
euros. Fechas significativas que quisiéramos borrar. ¡Fuera!, ¡Al
mejor postor! Igual con una mala racha... les ofrezco “julio y
agosto del 83”. Alguien ávido por cargarse de karma positivo con
sus buenas experiencias de esa época estaría sin duda dispuesto
desembolsar sumas significativas por esos meses... ¿Imaginan?
Como
ven, la acumulación de oxígeno y la belleza del paraje afectaron a
mi raciocinio, pero no puedo esconder que he estado vendiendo y
comprando días mentalmente desde principios de año. Espero que no
tengamos que desprendernos de los próximos 365. Espero que todos y
cada uno tengamos un feliz año.
3 comentarios:
Pero entonces, y según las leyes del mercado de oferta y de demanda, solo tendrían valor los días buenos. Los días malos serían como una hipoteca basura, de la que no nos podemos desprender. Los días buenos, aquellos que queremos guardar con nosotros, estaremos obligados a venderlos para sobrevivir...
No, no, Martina. El mercado ajusta la oferta y la demanda precisamente porque cada agente tiene un interés opuesto o complementario respecto del mismo producto o servicio. Mis días malos pueden ser buenos para tí. A mí a lo mejor me inquieta la lluvia, y en cambio tú la adoras, atí te apasiona el jolgorio, y yo amo la serenidad...
Qué bueno, reacciones al otro lado de la pantalla ;-)
Martina, creo que hay una diferencia fundamental, y es que las hipotecas basura son basura para todos. Un día malo mío puede ser un día que tu no quieras olvidar jamás, porque para ti fue extraordinario. Así que coincido con Anónimo.
Pero no deja de ser un sueño en voz alta :-)
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